La Habana (Prensa Latina) El primer ministro Justin Trudeau falló en los cálculos e incumplió su promesa al perder la posibilidad de recuperar el asiento de Canadá en el Consejo de Seguridad de la ONU para 2021-2022.
Un costoso esfuerzo de Ottawa (valorado en más de 2,3 millones de dólares) no surtió efecto. Fueron Noruega e Irlanda los que ganaron los dos puestos temporales disponibles, con 130 y 128 votos respectivamente. Canadá tuvo que conformarse con 108 papeletas, 20 menos que los dos tercios necesarios para obtener su lugar en la mesa.
«La derrota de Canadá, esta vez bajo un gobierno liberal liderado por Justin Trudeau, se suma al descalabro sufrido en el mandato del conservador Stephen Harper en 2010», expresaron medios locales.
Por su parte, algunos observadores opinan que el fracaso diplomático es un duro golpe para Trudeau, su ministro de Relaciones Exteriores, François-Philippe Champagne, y otros funcionarios de alto nivel que vieron escurrirse como el agua toda una labor de cabildeo ante los líderes políticos de todo el mundo.
El gobernante, quien se mostraba casi seguro del triunfo, anticipó que la recuperación de la pandemia de Covid-19 hacía que el asiento de su país en el Consejo de Seguridad fuese «más relevante que nunca».
«Creo que es necesario que haya reflexiones reales sobre cómo avanzamos, cómo actualizamos y ajustamos nuestras diversas instituciones multilaterales para responder mejor al mundo en el que nos estamos convirtiendo, ahora mismo, en una era post-Covid», dijo al visualizar a Canadá entre los 10 miembros rotativos y no permanentes del Consejo.
El amplio ajetreo diplomático de Trudeau incluyó una gira al exterior entre el 6 y el 14 de febrero para tratar de «acorralar los votos africanos para la candidatura de Canadá», según reportó entonces la radio televisora pública canadiense CBC.
La apreciación del medio de prensa no estuvo desacertada, porque la agenda de viaje tuvo la escala inicial en Etiopía, donde además de reunirse con las máximas autoridades de ese país tuvo la posibilidad de, en la Unión Africana, chocar con otros líderes del continente que al parecer serían una rica fuente de votos potenciales.
En un comunicado difundido en su página oficial, el primer ministro comentó que participaría allí en «actos paralelos centrados en la profundización de nuestras relaciones con los países africanos y en el fomento del crecimiento económico».
Lo anterior es parte de la supuesta «nueva agenda» de África que comenzó en noviembre de 2016 con un viaje a Nigeria, Kenya y también Etiopía del entonces canciller, Stéphane Dion.
Al mes siguiente de ese mismo año, cuando Trudeau visitó Liberia y Madagascar, el gobierno declaraba que «Canadá ha regresado», dando a entender con eso que se querían revivir las relaciones globales descuidadas o ignoradas bajo la administración anterior.
SÍ PERO NO
A la par de la cruzada oficial, una larga lista de intelectuales y activistas encabezada por Noam Chomsky y el fundador de Pink Floyd Roger Waters se unieron con un solo propósito: evitar la entrada de Canadá al Consejo de Seguridad.
Se desplegó una intensa campaña en Internet bajo la etiqueta «#NoUNSC4Canada» (No a Canadá en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas) que, a juicio de sus promotores, generó un amplio debate crítico sobre la política exterior del norteño país.
Una petición en línea del Instituto Canadiense de Política Exterior (ICPE), expresó que pese a una reputación pacífica a nivel global, en realidad Ottawa no actúa siguiendo ese principio.
La petición argumentó que el primer ministro es un aliado de la política de Donald Trump en América Latina y Medio Oriente, y que Canadá sería indigno de un puesto en el Consejo de Seguridad a causa de sus posturas en varios temas.
Entre esos asuntos se citó la participación de Canadá en el Grupo de Lima, el apoyo a los fallidos intentos para derrocar al legítimo gobierno de Venezuela, que es reconocido por la ONU, y la postura adoptada por el gobierno liberal tras el golpe de estado en Bolivia en noviembre del pasado año.
Canadá, dijeron los peticionarios, se encuentra entre quienes alimentan conflictos en todo el mundo exportando armas, además de apoyar a la militarista Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y liderar misiones de la coalición en Letonia e Iraq.
«Desde la elección de Justin Trudeau en 2015, ha sido un potente aliado de Trump en su lucha contra el orden constitucional de Venezuela», ratificó el periodista y escritor canadiense Arnold August.
Más de 30 organizaciones y tres mil 500 personas suscribieron la misiva del ICPE.
A su vez, cerca de un centenar de grupos y decenas de personalidades firmaron otra carta de Just Peace Advocates en la que se instó a los embajadores de la ONU a que votaran por Irlanda y Noruega en lugar de Canadá, criticado por su historial negativo respecto a los intereses del pueblo palestino.
Reportó Radio Canadá Internacional que, durante una visita a Tel Aviv en 2018, la entonces ministra de Relaciones Exteriores, Chrystia Freeland, declaró que su país serviría como una «ventaja para Israel» si lograba alcanzar un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU.
AJUSTE DE CUENTAS
Desde la fundación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1945, Canadá ha sido uno de los miembros no permanentes del Consejo con más presencia en ese órgano, donde estuvo una vez por década hasta el año 2000.
Recuperar ese espacio fue uno de los objetivos de Trudeau tras su llegada al poder en 2015. Los miembros temporales participan en los debates en la mesa por períodos de dos años; mientras los permanentes (Francia, Rusia, China, Estados Unidos y Reino Unido) son los únicos con derecho al veto de cualquier resolución.
No es secreto que buena parte de los países africanos e islámicos se identifican fuertemente con la causa del pueblo palestino y utilizan sus votos en las Naciones Unidas para castigar a quienes se ponen del lado de Israel.
Por años, Canadá se esforzó por votar en contra de las resoluciones sobre el conflicto israelí-palestino, una de las principales razones por las que bajo el gobierno de Harper, no se obtuvo el asiento en el Consejo de Seguridad, recuerdan analistas.
Y aunque el gobierno de Trudeau modificó en parte su comportamiento apoyando resoluciones sobre el derecho de los palestinos a la autodeterminación, todavía está muy ligado al pequeño campo pro-israelí en la ONU, advirtió la televisora pública.
De hecho, los grupos pro-palestinos declararon que las políticas canadienses en el Medio Oriente son la razón por la cual Canadá no alcanzó ese puesto.
El periodista canadiense Yves Engler escribió en un artículo que el fiasco que se llevó Ottawa al no lograr obtener un mandato en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas constituye una victoria para aquellos que buscan una política extranjera del país más justa.
Muy activo en la campaña del No a Canadá en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Engler consideró que esta derrota del 17 de junio brinda una oportunidad de acción única para impulsar el reexamen de las actividades y relaciones de Canadá «en cada uno de los cuatro vientos del planeta». Para el también escritor, el resultado no es sorpresivo, ya que la política exterior liberal ha imitado en gran medida la de Harper.
Por su parte, la organización Canadienses por la Justicia y la Paz en el Medio Oriente advirtió que el resultado prueba que «el fracaso de Canadá en demostrar liderazgo en derechos humanos y cooperación internacional lo ha aislado de la opinión mundial».